viernes, 28 de agosto de 2009

La CIA y los escuadrones de la muerte


Se debate estos días en torno a un nuevo escándalo que recuerda el del Watergate, destapado esta vez por los periodistas del New York Times. Hace un par de meses, el actual Director de la CIA (Central Intelligence Agency), Leon Panetta, informó oficialmente a los diputados miembros de la Comisión de Inteligencia del Congreso norteamericano sobre la existencia de un programa secreto de eliminación (asesinato), a nivel mundial, de supuestos miembros de Al Qaeda. Panetta reconoció que la CIA había alquilado los servicios de la empresa de seguridad paramilitar “Blackwater USA” para la ejecución de tal programa, con la aprobación manifiesta del anterior vicepresidente, Dick Cheney. El tema no sólo había sido ocultado al Congreso, sino que, según el Director de la CIA, él mismo no habría tenido conocimiento de la situación hasta seis meses después de asumir su cargo, para el que fue designado por el presidente Obama. El silencio mantenido por los congresistas, informados desde junio pasado, ha añadido sal y pimienta al asunto.
Según el New York Times, las prestaciones de la empresa de mercenarios Blackwater no se convinieron mediante contrato, sino que se iban realizando como “acuerdo entre caballeros” (¡!). Los caballeros eran varios altos funcionarios de la administración Bush, determinados oficiales de la CIA y el fundador y único propietario de la “Blackwater Worldwide”, Erik Prince, hermano de Betsy Prince-De Vos, ex-presidenta del Partido Republicano del estado de Michigan. El multimillonario Prince, fuertemente relacionado con dicho Partido - cuyas campañas ha apoyado con importantes donaciones - figura tambien como miembro directivo de “Libertad Cristiana”, una asociación fundamentalista protestante dedicada a proteger a cristianos “perseguidos”.La Blackwater - que luego pasó a titularse “Xe Services” - ha recibido varios miles de millones de dólares del Gobierno de Bush para contratar mercenarios destinados a Irak y Afganistán (la mayor parte ex miembros especializados del ejército norteamericano). Una de sus más conocidas intervenciones públicas fue la que tuvo lugar en septiembre de 2007, ametrallando a civiles iraquíes en la plaza Nisur, de Bagdad, y causando 17 muertos y buen número de heridos.Por otra parte, el diario Washington Post revelaba, hace unos días, que un antiguo oficial de la CIA (que no quería ser identificado) había declarado la participación activa de la Blackwater en la organización de las numerosas misiones de rapto y tortura de sospechosos, confirmando que los raptados iban a parar a encarcelamientos secretos, esparcidos por distintos países, mediante los vuelos no oficialmente autorizados que tanto alboroto causaron en 2008 y sobre los que se ha procurado hacer la vista gorda en todas partes.El vínculo entre la Blackwater-Xe Services, la CIA y el ejército estadounidense subsiste bajo la administración de Barack Obama. Según el New York Times del pasado viernes, los mercenarios han tenido a su cargo los bombardeos realizados en Afganistán y Pakistán por aviones teledirigidos (los llamados “Predadores”), aterrorizando y causando numerosas bajas entre la población civil y provocando la huída de poblaciones enteras hacia otras comarcas. La CIA controla esos ataques desde la base militar de Jalalabad (en Afganistán) y desde su sede central de Langley (en Virginia).Contratar servicios claramente criminales con empresas privadas es algo a lo que el presidente Gerald Ford forzó a la CIA en 1976, al prohibir los asesinatos políticos en los que venía interviniendo - demasiado descaradamente - la Agencia de Inteligencia norteamericana. Recuérdese en particular el de Lumumba, en el Congo, o los atentados bacteriológicos contra Cuba durante los años 1970, entre los casos bien conocidos. Era necesario que los trabajos sucios los realizaran otros. La CIA no tenía que poder ser comparable a la KGB soviética...Si León Panetta decidió, en junio último, informar a los comisionados del Congreso fue (según su propia declaración) porque el programa del ahora ex-vicepresidente Cheney no podría prorrogarse, para cubrir una nueva etapa, sin una “revisión” legislativa. Inteligente y cínico eufemismo diplomático de un realizador ciertamente cauto.Y es que la situación en Afganistán inquieta más que nunca a los militares del Pentágono, que consideran indispensable el envío de al menos 60.000 efectivos más. La ocupación por tropas de la OTAN (bajo la batuta de EE.UU.) no ha hecho sino aumentar la miseria y la desesperación de la población. El presidente Karzai, impuesto por la Administración Bush (las elecciones de 2004 fueron otro tongo) ha fomentado la corrupción y la arbitrariedad, viniendo a fortalecer las tesis islamistas de los talibán.Por el momento, el telón de fondo que perdura inamovible en el escenario político norteamericano, limitando el alcance de las buenas intenciones del presidente Barack Obama, tras su instalación en la Casa Blanca, es el que ha prevalecido siempre, remozado y fortalecido por los Bush y sus equipos durante los últimos años: el de la corrupción y el conflicto de intereses, con cientos de billones de dólares en danza, al socaire de biensonantes ideales democráticos convertidos en eslóganes populistas para ingenuos.Como bien ha señalado ese excelente conocedor de la psicología mediática que es Noam Chomsky, la palabra “terrorismo” es una etiqueta fácil para gobiernos incapaces de descartar la utilización de métodos terroristas en sus propias actuaciones. Con terrorismo o sin él, la poderosa máquina militar norteamericana respalda permanentemente ambiciones mercantiles hegemónicas muy sólidamente representadas en el Senado y en el Congreso del país. Amando Hurtado es escritor y licenciado en Derecho

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