domingo, 26 de julio de 2009

'En Guantánamo he dejado a unos hermanos que están destruidos'

El periodista sudanés Sami El Haj de TV de Al-Jazira ha sido liberado después de 6 años de detención ilegal en Guantánamo. Al igual que todos los demás prisioneros, absusivamente calificados como él de "terroristas", Sami El Haj nunca ha sido juzgado ni nunca ha sabido de qué se le acusaba. Su testimonio es esencial en la lucha por el cierre de ese centro de detención ilegal que mantiene el gobierno de Estados Unidos en territorio cubano.

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Por
Silvia Cattori(*)

(Red Voltaire) ¿Cómo se siente apenas unas semanas después de su liberación?

Me siento bien, gracias. Me reconforta ver que hay personas que se comprometen para salvar a unos seres humanos y luchan por la defensa de sus derechos. Cuando hace dos meses salí de Guantánamo no estaba bien en absoluto, por supuesto. Pero ahora me siento mejor descubriendo que, fuera, la gente lucha y no olvida el objetivo principal: obtener la paz y la libertad para todo el mundo.

¿Cuáles son sus sentimientos y sus mayores deseos después de estos años dolorosos pasados en los campos de prisioneros?

Evidentemente, me siento feliz de haber recuperado la libertad. Me he reencontrado con mi familia, con mi mujer y mi hijo. Él no me ha visto durante seis años y medio, ha tenido que ir al colegio si mí. Me estaba esperando y me dijo: «Papa, ¡te he echado de menos tanto tiempo! Yo sufría, sobre todo cuando veía a mis compañeros en el colegio a los que acompañaban sus padres y que me preguntaban: ¿Dónde está tu padre? No tenía ninguna respuesta para darles. Por eso le pedí a mamá que me llevara al colegio en coche, porque no quería que me lo preguntaran siempre».

Le dije a mi hijo: «Ahora te puedo llevar al colegio, pero tienes que comprender que tengo un mensaje que aportar, una causa justa que defender. Quiero luchar por la causa de los derechos humanos, por las personas a las que se ha privado de su libertad. No voy a luchar solo. Hay miles de personas en todo el mundo que se comprometen ahí donde se ataca a la dignidad de los seres humanos. No olvides que luchamos por la paz, por defender los derechos ahí donde son pisoteados, por un futuro mejor para ti. Quizá lo logremos un día y entonces podré permanecer a tu lado y llevarte al colegio».

No sé si lo comprendió porque todavía es pequeño, pero me sonrió. Mi mujer tampoco quería que me volviera a marchar. Pero cuando le recordé la dolorosa situación en la que se encuentran las personas encerradas en Guantánamo, que ellos también tienen una familia, hijos, hijas y una mujer que les echan de menos, y que si yo no luchaba estas personas iba a permanecer encerradas más tiempo, comprendió que tenía que seguir viajando, uniendo mi voz a las demás voces para que los prisioneros puedan volver a sus casas lo antes posible. Mi mujer me dio todo su apoyo. Cuando me acompañaba al aeropuerto me dijo: Rezaré por ti.

Así pues, ¿al ir a Afganistán para rodar las masacres de civiles, víctimas de la guerra de Bush, se convirtió usted mismo en una de sus víctimas?¿No le da miedo lo que le pueda ocurrir todavía?

No tengo la menor duda de que voy a seguir con mi trabajo de periodista. Pase lo que pase tengo que seguir llevando un mensaje de paz. En lo que a mí concierne, he pasado seis años y seis meses en prisión, lejos de mi familia, pero para otros ha sido todavía más terrible. He perdido a un amigo muy querido, periodista de al-Jazira: murió en Bagdad durante el bombardeo al hotel en el que se encontraba. También he perdido a una colega que trabajaba conmigo en al-Jazira y a la que considero mi hermana: ella también murió en Bagdad.

Muchas personas han perdido la vida a causa de esta guerra. Debe saber que la administración Bush quiso impedir la cobertura de los medios de comunicación libres, como al-Jazira, en Oriente Próximo. Las oficinas de al-Jazira en Kaboul y Bagdad fueron bombardeadas.

Cuando en 2001 dejé a mi hijo y a mi mujer para ir a filmar la guerra desencadenada por Estados Unidos contra Afganistán podía esperarme encontrar la muerte en un bombardeo. Iba allí consciente de los riesgos. Todo periodista sabe que cumple una misión y debe estar dispuesto a sacrificarse para dar testimonio de lo que ocurre por medio de sus películas y de sus escritos. Y para ayudar a la gente a entender que lo que único que aporta la guerra es la muerte de inocentes, destrucción y sufrimiento. Basándonos en esta convicción es como hemos ido mis colegas y yo a países en guerra.

Ahora, después de todos estos años en cautividad, otra vez puedo hacer algo en favor de la paz. Voy a comprometerme en este sentido hasta que lo consigamos. Estoy seguro de que aunque yo no recoja los frutos, un día acabaremos por obtener la paz y el respeto a los derechos humanos, así como la protección de los periodistas en todo el mundo. Estoy seguro de que conseguiremos que ya no se torture o hiera a los periodistas cuando hacen su trabajo, cuando defienden el derecho a la información y muestran los abusos contra los seres humanos.

Al principio ha dicho que se sentía bien. Pero después de una experiencia tan horrible y cuando se le ha liberado sin la menor excusa por parte de sus torturadores, ¿cómo puede usted evocar este pasado sin resentimiento ni rencor?

Por supuesto que este pasado es extremadamente duro y mi situación personal es difícil. Pero cuando pienso en aquellos que continúan en Guantánamo, que echan de menos a sus familias de las que no tienen noticia alguna, me digo que mi situación, por difícil que sea, es mejor que la suya.

No puedo olvidar que en Guantánamo he dejado a unos hermanos que están destruidos, que se han vuelto locos. Pienso en particular en ese médico yemení que hoy vive completamente desnudo en su celda porque ha perdido la razón.

¿Qué tipo de torturas les hicieron sufrir?

Todo tipo de torturas físicas y psíquicas. Como todos los prisioneros eran musulmanes, la administración del campo los sometía a muchas vejaciones y humillaciones relacionadas con la religión. He visto con mis propios ojos a los soldados romper en pedazos el Corán y tirarlo al retrete. Les he visto durante los interrogatorios sentarse encima del Corán mientras no se respondiera a las preguntas que se nos hacían. Insultaban a nuestras familias, a nuestra religión. Hacían como que llamaban por teléfono a nuestro Dios para, burlándose de nosotros, pedirle que nos viniera a salvar. El único imán del campo fue acusado de connivencia con los prisioneros y en 2005 lo echaron por negarse a decir a los visitantes que en el campo se respetaba la libertad religiosa.

Nos molían a palos. Nos cubrían de insultos racistas. Nos encerraban en habitaciones frías, por debajo de cero grados, con una sola comida fría al día. Nos colgaban de las manos. Nos impedían dormir y cuando nos adormecíamos, nos pegaban en la cabeza. Nos enseñaban películas sobre sesiones de torturas atroces. Nos enseñaban fotos de torturados muertos, tumefactos, sanguinolentos. Nos mantenían bajo la amenaza de trasladarnos a otra parte para torturarnos todavía más. Nos echaban agua fría. Nos obligaban a hacer el saludo militar escuchando el himno de Estados Unidos. Nos obligaban a llevar ropa de mujer. Nos obligaban a mirar fotos eróticas. Nos amenazaban con violarnos. Nos desnudaban, nos hacían andar a cuatro patas de acá para allá. Nos decían que nos sentáramos y nos levantáramos 500 veces seguidas. Humillaban a los detenidos envolviéndoles en la bandera de Estados Unidos y de Israel, lo que era una manera de decirnos que estamos encerrados en el marco de una guerra de religión.

Cuando a un prisionero se le arroja a su celda, cubierto de piojos, sucio, para someterlo a nuevas sesiones de tortura con el fin de obligarle a colaborar, acaba por decir lo que sea y deja de saber quién es.

Yo he sufrido más de 200 interrogatorios bajo tortura, El 95 % de las preguntas concernían a al-Jazira. Querían que yo aceptara trabajar como espía en el seno de al-Jazira. A cambio me ofrecían la nacionalidad estadounidense para mí y para mi familia, y un sueldo en función de los resultados que obtuviera. Me negué. Les repetía que mi oficio es el de periodista, no el de espía y que tenía el deber de dar a conocer al verdad y de actuar para que se respeten los derechos humanos.

¿Hoy es usted capaz de perdonar a sus torturadores?

Por supuesto que los voy a perdonar si cierran Guantánamo. Pero si siguen haciendo daño, voy a llevarlos a los tribunales, voy a emprender una acción judicial contra ellos.

Aunque yo sepa que la administración Bush ha hecho tanto daño, sigo pensando que no es demasiado tarde para que estas personas corrijan sus errores.

Hay que saber diferenciar entre la administración y el pueblo. Los detenidos en Guantánamo saben que tienen amigos en Estados Unidos, como este abogado que vino a Guantánamo y que luchó por mi caso.

Da la sensación de que no han conseguido acabar con usted.

Porque no estoy solo. Hay personas que están detrás de mí; este sentimiento me da la fuerza. En prisión saqué fuerzas de mi convicción de que cualquier persona libre no puede aceptar que se le ponga en esta condición de inferioridad y de deshumanización. Uno experimenta sentimientos de dolor, de pena, pero se esfuerza por conservar la esperanza de que hay una salida; y la idea de que incluso en prisión se puede seguir con el trabajo de periodista limita el sufrimiento.

¿Cuando estaba en Guantánamo sabía que fuera había personas que luchaba para liberarlo?

No los conocía porque dentro de la prisión es muy difícil obtener noticias, aunque se tenga abogado porque se le prohíbe informar a su defendido. Hoy conozco a las personas que trabajan por los derechos humanos y que no están de acuerdo con la administración Bush. Creo que su voz es cada vez más fuerte.

Cuando su hermano le vio dijo que parecía un hombre viejo. ¿A usted también se lo parece?

En lo que a mí concierne, vivo por mi corazón y no por mi cara o por mi cuerpo. Sigo sintiendo mi corazón joven y más fuerte que antes.

¿Fue, entonces, fue una experiencia muy dolorosa aunque de hecho sale de ella enriquecido con un potencial insospechado?

Exacto. He sabido sacar algún beneficio del tiempo pasado en Guantánamo. Antes de ir allí sólo tenía una familia pequeña, ahora tengo una grande, he ganado cientos de amigos en el mundo entero. Esto es muy positivo; he perdido seis años y seis meses pero ahora tengo más amigos.

¿Se le sigue considerando un «combatiente enemigo» [3]?

No lo sé, pero cuando me liberaron me dijeron: Ahora usted ya no es peligroso para Estados Unidos.

¿Y su nombre ya no figura en la «lista terrorista»?

No lo sé. Creo que en su mentalidad todos aquellos a lo que ellos han calificado de «terroristas» va a seguir siendo «terroristas». Y que ahora tienen miedo de nosotros porque nos han hecho mucho daño sin motivo alguno.

¿Cree usted que le van a seguir espiando los agentes de la CIA?

Sí. En realidad yo no tengo nada en contra de este país ni de su pueblo. Si la administración Bush corrige sus fallos no voy a quejarme de nada.

¿Le sorprendió cuando un oficial del Pentágono le acusó de ser un manipulador al verle con un bastón?

La gente del Pentágono pretende que los prisioneros de Guantánamo son unos malhechores pero, en realidad, 500 de ellos han vuelto a sus casas. ¿Cómo les hubieran dejado salir si fueran realmente unos malhechores? Siempre están mintiendo.

Otros dos sudaneses fueron liberados al mismo tiempo que usted, Amir Yacoub Mohamed al Amin y Walid Mohamed. ¿Cómo están ahora?

El gobierno y la administración de Sudán nos han tratado muy bien. Nos recibieron a los tres directamente en el aeropuerto. Aunque Estados Unidos me retuvo el pasaporte, me dieron otro nuevo en dos horas y no han puesto la menor objeción a que viaje fuera de Sudán.

¿En Guantánamo los militares les llamaban por su nombre o por su número de inscripción como prisionero: «número 345»?

Nunca me llamaban por mi nombre sino «three, four, five», mi número de inscripción. En los últimos tiempos me llamaban «al-Jazira». Los delegados de la Cruz Roja eran los únicos que me llamaban por mi nombre.

¿Le visitaron a menudo estos delegados?

Cuando estaban autorizados a venir a visitarnos, cada dos o tres meses; hablaba con ellos, me traían cartas de mi familia.

La administración Bush y los oficiales encargados de torturarle sabían que usted es un hombre honesto, un simple periodista deseoso de dar a conocer las brutalidades que ellos cometían contra el pueblo afgano, y no un «terrorista». ¿Sabe usted por qué le han hecho tanto daño?

La mayoría de los soldados que había allí seguían las órdenes de sus oficiales. Torturaban sin el menor cambio de humor. Pero en honor a la verdad debo decir que algunos de ellos eran buenos. Algunos soldados usaban su cerebro.

Los agentes de la CIA elaboraron un informe sobre las torturas en Guantánamo. ¿Tenía usted la impresión cuando le estaban torturando de que lo observaban, de queestaban experimentando con ustedes?

Estábamos bajo la constante vigilancia de médicos psiquiatras en uniforme militar. No estaban ahí para curar, sino para participar en los interrogatorios, para observar las torturas de manera que no se les escapara ningún detalle del comportamiento de los prisioneros. Los interrogatorios se hacían bajo la responsabilidad del coronel Morgan, médico especializado en psiquiatría. Este coronel estuvo destinado en Guantánamo desde marzo de 2002. Había servido en la prisión afgana de Bagram desde noviembre de 2001. Daba consignas a los oficiales que nos interrogaban, estudiaba nuestras reacciones, anotaba cada detalle para después adaptar las torturas a la personalidad de cada detenido, lo que deja profundas huellas en su psiquismo.

Hablé con ellos. Les dije que los médicos tenían una misión noble, ayudar a las personas, no torturalas. Me respondieron: «Somos militares, debemos seguir las reglas; cuando un oficial me da una orden, tengo que ejecutarla, si no me meterán en prisión como a usted; en el momento en que firmé un contrato con el ejército comprendí que tenía que obedecer en todo».

Veo similitudes entre las torturas practicadas en Guantánamo y las practicadas en Israel con los prisioneros políticos palestino. Por ejemplo, la «tortura» del sueño, es su especialidad.

Creo que la mayoría de los servicios de inteligencia del mundo entero fueron a Guantánamo. Vi a británicos, a canadienses. Fueron para interesarse por los interrogatorios y también para proporcionar a los oficiales de la CIA y de FBI consejos sobre cómo torturar, cómo interrogar, basándose en su experiencia.

¿Consigue dormir tranquilo?

No como antes de Guantánamo. Ya no duermo más que entre 3 y 4 horas. Al conocer ahora al personal de Cruz Roja les he pedido que me ayuden a superar mis dificultades, que aconsejen un doctor que pueda examinarme. Siete años no es poco tiempo.

¿La huelga de hambre no era, en cierto modo, como una tortura contra ustedes mismos? ¿Por qué la hicieron durante un period tan largo, cuando sus carceleros se servía de ella para infligirles aún más humillaciones y sufrimientos?

Porque pensábamos que no podíamos quedarnos callados, que teníamos que hacer algo. Sólo teníamos ese medio para hacer que se nos escuchara. Por supuesto, la huelga de hambre es un medio de tremendamente penoso, muy difícil de soportar. Pero cuando uno está privado de libertad tiene que luchar para obtenerla. Era lo único que nos quedaba para decirle a la administración Bush que un prisionero tiene su dignidad, que no vive sólo de pan, que la libertad es más importante.

¿Qué ocurría cuando lo alimentaban por la fuerza?

Cuando había más de cuarenta detenidos en huelga de hambre, la administración trataba de quebrar nuestra resistencia haciéndonos sufrir más torturas. Nos aislaban en habitaciones frías, nos desnudaban, nos impedían dormir durante largos periodos de tiempo. Dos o tres veces al día los soldados nos ataban a una silla especial. Nos aplicaban una máscara a la boca y nos introducían un tubo grueso por la nariz, no en el estómago. Aunque la ración normal de alimento era de dos canillas, nos castigaban inyectando 24 canillas y 6 botellas de agua. El estómago, que se había encogido por las largas huelgas de hambre, no podía contener estas cantidades. Añadían productos que provocaban diarrea. El prisionero, al que mantenían atado a esta silla más de tres horas, vomitaba y vomitaba. Nos dejaban en medio de nuestros vómitos y excrementos. Al acabar la sesión arrancaban violentamente el tubo; cuando veían que la sangre correr se reían de nosotros. Como utilizaban tubos infectados que no se limpiaban nunca, los detenidos padecían enfermedades que no eran tratadas.

¿Lo liberaron gracias a esta larga huelga de hambre?

No sólo a causa de ella, pero fue una de las razones que llevaron a la administración a liberarme.

¿Que pensar de la confesión de Khaled Sheik Mohamed [4], que se acusa de haber organizado más de 30 atentados en 17 países?

Quizá lo torturaron hasta el punto de que dejó de ser él mismo. Nunca lo conocí porque lo llevaron a un campo especial. Un oficial me dijo que lo trataron con mucha dureza; no cabe la menor duda: lo torturaron terriblemente.

¿Tiene algo que ver con la realidad la acusación de Estados Unidos de que él es el «terrorista número 3 de al-Qaeda»?

A decir verdad, no creo nada que venga de la administración Bush. Porque a mí también me han acusado de ser un «terrorista». Y yo sé mejor que nadie qué es eso. Estas personas mienten demasiado. Nunca creo nada de lo que afirma esta administración. Conozco a un prisionero que al que torturaron tanto que al final dijo: Yo soy Osama Ben Laden. Decía lo que ellos quisieran con tal de que cesaran las torturas.

Entonces, ¿al-Qaeda es una creación de los servicios de inteligencia occidentales?

Por lo que yo sé, nunca en mi vida he conocido a nadie que me haya dicho: yo pertenezco a al-Qaeda.

En Guantánamo conocía la mayoría de los prisioneros porque la política de nuestros guardianes era no dejar que los prisioneros vivieran demasiado tiempo juntos en la misma celda. Nos trasladaban cada semana; así conocíamos a nuevas personas. Toda la gente que conocí en Guantánamo eran personas pacíficas.

Desde que salí he hablado con más de cien de ellos. Los que estaban casados han retomado su vida; los solteros se han casado.

¿Aquellos que sacan fuerzas de la oración tienen la oportunidad de escapar a la locura?

¡Por supuesto! Si uno siente que alguien le acompaña, sobre todo si es Dios, será paciente y en todo momento se va a acordar de que Dios tiene más poder que los seres humanos. Debo rezar a Dios y darle las gracias. También debo dar las gracias a todas las personas que me han apoyado. Creo que aunque me pasara la vida dando las gracias no llegaría a agradecérselo a todos ellos. Ahora quizá pueda contribuir a hacer más feliz la vida de otras personas gracias a mi trabajo a favor de los derechos humanos.

Creo que nuestros medios de comunicación y ONGs no dieron la importancia que merecía a la defensa de los derechos de estos prisioneros musulmanes [5]. Durante mucho tiempo el denunciar los abusos cometidos contra ellos se consideraba un signo de simpatía con los «terroristas». ¿Sabe usted que, por ejemplo, los responsables de «Periodistas sin Fronteras», cuya misión es proteger a los periodistas, fueron criticados por haber esperado cinco años antes de hablar de su caso [6]?

Por desgracia la gente creyó lo que le decía la administración de Estados Unidos. Ahora que han comprendido que no era verdad se corregirán. Como le he dicho antes, el problema no es cometer un error, sino perseverar en él.

Si los periodistas no se sienten concernidos cuando otros colegas son encarcelados en el marco de su trabajo, quizá un día esos mismo periodistas se encuentren en prisión y no encuentren a nadie que les defienda. Debemos trabajar juntos, debemos ocuparnos de cada caso. Si sabemos que un periodista ha sido encarcelado, debemos apoyarlo por encima de su color o de su religión.

Como periodista quiero comprometerme a apoyar a los periodistas que trabajan por la defensa de los derechos y las libertades. Tenemos por delante un trabajo inmenso. Tenemos que comprometernos plenamente para liberar a las personas que están encerradas en Guantánamo y en las muchas prisiones secretas en las que la administración Bush priva de sus derechos a decenas de miles de otras personas.

Esta experiencia de Guantánamo nos ha marcado profundamente. Lo que quiero recordar es la necesidad y la importancia de la defensa de los derechos humanos. Creo que después de todo el mal que se ha hecho, todo el mundo se siente hoy más concernido. No es aceptable abandonar a las personas que sufren. Tenemos la imperiosa obligación de solidarizarnos con ellos.

Al-Jazira quiere asociarse con los medios de comunicación libres para recopilar informaciones relacionadas con los derechos humanos y las libertades. Pido a todos los periodistas que cooperen con nosotros en este sentido. En Guantánamo había prisioneros de 50 nacionalidades; es un problema mundial y no el de tal o cual detenido.

Es una vergüenza que prisioneros que han sido vendidos se encuentren enjaulados y que un país que pretende ser el garante de los derechos y las libertades sea el que comete esta violación de los derechos fundamentales.

No siento ningún odio. Respetamos a los ciudadanos de Estados Unidos. Quien debe asumir las consecuencias de estos actos es su actual gobierno.

Los derechos humanos y la seguridad no son separables, no se puede tener seguridad sin respeto a los derechos fundamentales.

Tiene usted razón en hacer un llamamiento a las personas honestas y a los periodistas a que no acepten que se viole el derecho internacional y que se inflija un trato cruel y degradante a seres humanos. Pero esta política no habría podido durar si no hubiera tenido el apoyo tácito de los gobiernos de las grandes potencias; con su consentimiento fue como se torturó a las personas consideradas «combatientes enemigos» [7]. Por ejemplo, todos los países europeos suscribieron el contenido de la « Patriot Act» promulgada tras el 11 de septiembre en Estados Unidos. En el marco de estos acuerdos secretos los agentes de la CIA y del FBI han podido secuestrar y torturar en Europa a miles de inocentes como usted.

Quiero decirle lo siguiente: yo no creo en la acción de los gobiernos. Porque todo gobierno, sea del país que sea, prefiere gobernar sin enfrentarse a los problemas reales de las personas. Puede que a veces intervenga para decir que apoya tal o cual causa, pero en el fondo no la apoya. Únicamente se pronuncia por razones oportunistas o políticas. Y puede que incluso por un cálculo político afirme apoyar una causa en la que no cree. Olvidemos los gobiernos porque ellos siguen su política. Sí, debemos seguir trabajando duramente para defender los derechos y las libertades de cada uno.

¿Podemos concluir afirmando que no existen los «terroristas» tal como son presentados por la administración Bush y nuestros medios de comunicación?

Le puedo asegurar que los prisioneros de Guantánamo a los que yo conocí no son «terroristas». Tuve la ocasión de hablar con ellos, de conocerlos: son personas pacíficas.

Entonces, ¿ustedes fueron detenidos porque sí, porque había que ofrecer una cifra para hacer creer a los demás países europeos que, efectivamente, existían «terroristas» musulmanes?

Fuimos detenidos tras el 11 de septiembre, del que nadie hasta el momento puede decir quién es el autor. Bush no quería decir: he cometido errores, no he garantizado correctamente la seguridad. Dijo: vamos a iniciar una guerra contra estos «terroristas». Resultado: no ha aportado seguridad a nadie en absoluto.

Ha hecho bombardear Afganistán, ha enviado a sus soldados a hacer la guerra contra pueblos enteros, pero no ha detenido a las personas que se había propuesto detener. Ha entregado enormes cantidades de dinero a los paquistaníes para que a cambio ellos empiecen a detener a ciertas personas y las entreguen al gobierno estadounidense.

El 89% de los prisioneros de Guantánamo fueron comprados con dinero contante y sonante a las autoridades de Pakistán. ¿Dónde los encontraron? En Pakistán, no en Afganistán.

¡Después estos prisioneros fueron torturados y se les prometió dejar de torturarlos si aceptaban convertirse en espías al servicio de la CIA! ¡Es un sistema terrorífico!

Sí. Esperemos a que Bush haya abandonado la administración. Cuando deje de estar en el poder, estoy seguro de que muchas personas van a expresarse acerca de sus delitos.

Su testimonio es muy importante. Han destrozado su juventud. Y usted tiene la magnanimidad de transformar este desastre en algo constructivo. Se niega a ser considerado una víctima. ¡Es usted verdaderamente magnífico! Muchas personas en prisión deben esperar la ayuda de personas de su calidad.

Tenemos que trabajar duro para que aquellos que siguen apoyando a la administración Bush acaben por sentirse avergonzados de sus actos. Entonces nadie les seguirá ayudando. Y cuando nadie les ayude, pararán.

Todo lo que tiene que ver con Guantánamo es un lacra. La administración Bush ha querido engañar a la opinión pública diciendo que éramos terroristas. Ahora bien, la gran mayoría de los hombres a los que ha encerrado son como yo, inocentes.

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(*)Periodista suiza
Traducido del francés por Beatriz Morales Bastos.

Notas:

[1] Sami El Haj ha sido invitado a Ginebra por la Fundación «Alkarama for Human Rights». Véase: « Sami El Haj achève une intense visite à Genève », Alkarama for Human Rights, 2 de julio de 2008.

[2] Véase: « Andreas von Bulow: Tenemos que luchar primero contra la manipulación », Red Voltaire, 11 de enero de 2006.

[3] Según Dick Marty, ponente de la Comisión de Asuntos Jurídicos y de Derechos Humanos del Consejo de Europa encargado de investigar sobre la existencia de prisiones secretas de la CIA en Europa, un «acuerdo secreto, al que llegaron en octubre de 2001 Estados Unidos y sus aliados de la OTAN, estableció el marco que ha permitido a la CIA encarcelar a «detenidos muy importantes» en Europa. Este acuerdo es el que autoriza las graves violaciones de los derechos, incluyendo la tortura».

[4] Khalid Cheikh Mohammed fue detenido en Pakistan en 2003. Acusado de ser el número 3 de al-Qaeda, fue internado en diversas prisiones secretas antes de ser mantenido en aislamiento desde 2006 en Guantánamo y de ser salvajemente torturado. Su proceso-farsa ante un tribunal militar junto con otros 14 responsables de al- Qaeda, tuvo lugar en junio de 2008.

[5] La «Comisión Árabe de Derechos Humanos» ha luchado desde un principio para exigir el cierre de Guantánamo. Véase: http://www.achr.nu/

[6] Véase: « Reporteros Sin Fronteras se acuerda (tardíamente) de Sami Al Haj », Red Voltaire, 23 de febrero de 2006.

[7] El estatuto de «combatiente enemigo» y de «combatiente ilegal», que permiten al gobierno de Estados Unidos detener sin limitación alguna y sin pasar por una jurisdicción civil a los prisioneros designados de esta manera se desprende de una ley de excepción destinada a «unir y reforzar América proporcionando las herramientas necesarias para descubrir y responder al terrorismo» votada por el Congreso estadounidense y firmada por George W. Bush el 26 de octubre de 2001. (N. de la t.: El nombre de esta ley, «Patriot Act», responde a las siglas de estas palabras entre corchetes. El libro de Jean-Claude Paye, El final del Estado de derecho, Hiru, junio de 2008 explica detalladamente lo tratado en esta nota).

[8] El diario «24 Heures» escribió el 27 de junio de 2008: «Sami Elhaj está de paso por Ginebra para denunciar el absurdo desliz de la gran maquinaria antiterrorista estadounidense».

[9] Véase: « Why did they treat me like that?», Gideon Levy, Haaretz, 6 de julio de 2008.

Véase también: « Full account of Muhammed Omer’s hair-raising encounter with the Shin Beth », Khalid Amayreh, 1 de julio de 2008.

[10] En su página web Youssef Nada demuestra el papel que algunos periodistas desempeñaron en su destrucción basándose en mentiras. Véase: http://www.youssefnada.ch

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