sábado, 25 de julio de 2009

¿Dónde quedó la Europa democrática y social?

escrito por Consejo de Redacción ECCE
A pesar de que la actual crisis económica es el resultado de las políticas neoliberales llevadas a cabo en las últimas décadas, los procesos electorales más recientes vienen revelando ocasión tras ocasión que la izquierda alternativa no es capaz de ganar la confianza de la mayoría de los ciudadanos. En consecuencia, la derecha liberal sigue avanzando posiciones sin que sus programas políticos, que en última instancia son los mismos que en su aplicación han conducido a la crisis económica actual, se vean penalizados y rechazados por los votantes. La socialdemocracia, por su parte y tras sucumbir internamente a los postulados neoliberales, sigue electoralmente sin levantar cabeza.

Desde la caída del muro de Berlín los partidos socialdemócratas europeos se han ido convirtiendo progresivamente al neoliberalismo más salvaje, adoptando incluso el mismo lenguaje político y económico. Además, muchos de estos partidos han sido también artífices y responsables del mismo proceso de integración europea, de la misma forma que han avalado o aplicado directamente las sucesivas reformas económicas regresivas que en materia de derechos sociales y económicos vienen asolando Europa desde los años ochenta.

No en vano, el papel de la socialdemocracia ha sido clave para disfrazar públicamente los verdaderos fundamentos de la llamada construcción europea. Así, desde estas posiciones se ha vendido el proceso insistiendo en el fortalecimiento que supone para un modelo europeo basado en criterios sociales y alternativo al modelo neoliberal estadounidense. Sin embargo, nada más lejos de la realidad.

El modelo económico propugnado en los sucesivos tratados y acuerdos europeos no es otro que el de los paraísos fiscales, las desregulaciones laborales y financieras y la independencia y autismo de los poderes económicos.Continuamente todo ello se ha intentado aprobar y blindar a través de procesos antidemocráticos que han llegado incluso a desoír y deshacer los reveladores resultados de algunos referéndums, como ocurrió en 2005 en Francia y en los Países Bajos cuando los ciudadanos de ambos países rechazaron un Tratado que posteriormente sería aprobado por la puerta de atrás y sin una nueva consulta pública.

De la misma forma, el Banco Central Europeo (BCE) no está sujeto a los controles democráticos del parlamento europeo y ni siquiera tiene que rendir cuentas ante él. Y todo ello a pesar de que tiene capacidad para gestionar un instrumento tan importante y político como es la política monetaria. Las subidas de tipos de interés o los multimillonarios rescates a los bancos no son meras decisiones técnicas. Como tampoco son neutrales las restricciones en materia de política económica que jurídicamente desde la UE se impone a los países miembros, como es el caso del Tratado de Maastricht aprobado en 1992.

En definitiva, nos encontramos ante un proceso de construcción europea viciado de origen y que responde a la concepción particular que el sistema económico capitalista ha adoptado en los últimos 30 años. El neoliberalismo impregna todos los acuerdos en los que se ha cimentado este proceso, de modo que para construir una Europa realmente alternativa al modelo neoliberal será necesario abordar el proceso de integración en una perspectiva amplia y decidiendo remodelar sus actuales bases.

Y es que sólo así las gentes que vivimos en Europa podríamos entender este proceso de integración como una herramienta democrática abierta a la participación. De hecho las altas tasas de abstención del último show electoral europeo no hacen sino mostrar, cuando menos, una gran apatía y desconfianza de multitud de ciudadanos hacia las élites políticas que pinchan y cortan en el tablero europeo. Cuándo más es probable que una gran parte de esta abstención sea muestra de un infinito crisol de actitudes y respuestas inconformistas con el actual modelo de democracia "de baja intensidad" que se nos oferta ( en lo político, más evidente, pero también en lo económico de forma mucho más obscena y sangrante).

Por todo esto no se debe perder la perspectiva de que los flojos resultados también han afectado a la televisivamente gran victoriosa derecha conservadora europea. Ya que sus bases, como las del resto de partidos y agrupaciones electorales, han demostrado la falta de arraigo e incidencia de sus proclamas baratas que cada día venden menos gatos en el mercado de las liebres. Porque si algo es mayoritario y creciente en este continente (y en general en amplias zonas del planeta), es la desconfianza hacia gobernantes de uno u otro color y signo. Y eso si que puede arder a toda mecha...

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