lunes, 7 de septiembre de 2009

LA REALIDAD DE AFGANISTAN



Las imágenes, como ustedes saben, tienen una fuerza descomunal. Un periódico ha publicado las fotografías de unas prostitutas subsaharianas trabajando en los soportales de la Boquería, y antes de que se subiesen las bragas ya las había detenido la policía municipal. ¡Qué eficacia! Todo lo hemos podido ver con detalle, el folleteo y las detenciones. Como cuando Zapatero ordenó el regreso de las tropas de Irak, en uno de esos gestos teatrales que tanto le gustan. Pero es evidente que los tiempos han cambiado: hemos pasado del "no a la guerra" al "vamos a mandar más soldados".

En los últimos días decenas de civiles han muerto en Afganistán, tiroteados o bombardeados por Ejércitos de la OTAN. Y nuestras tropas han sido atacadas, viéndose obligadas a matar a trece insurgentes (¿delincuentes? ¿talibanes? ¿personas?). Lo normal en una misión humanitaria. Ante la virulencia del conflicto, el Gobierno español se plantea enviar más soldados a ese país. No es el único lugar del planeta que necesita atención: ahí tenemos a Somalia, Sierra Leona, Haití, Liberia... Pero sí es el único que ocupa un lugar estratégico junto al mar Caspio, la nueva fuente de petróleo y gas natural más importante del mundo. Enviar más soldados a Afganistán es una decisión humanitaria, solidaria y sabia, puesto que sacamos pecho ante nuestros amigotes del Atlántico Norte arriesgando las vidas de soldados españoles... aunque cada vez menos: el 37% de los soldados reclutados este año por nuestro Ejército son inmigrantes.

Si las putas subsaharianas se hiciesen legionarias, o infantes de marina, es muy posible que obtuviesen la nacionalidad española y pudiesen pasearse por las Ramblas con la cabeza bien alta. Los mismos policías municipales que ayer las detuvieron de mala manera, mañana se pondrán firmes al saludarlas. Pero hasta que no llegue ese momento me conformo con recibir imágenes. De la guerra de Afganistán, digo.

Ustedes sabrán que el Gobierno, cuando quiere blanquear su imagen bélica, financia viajes de periodistas y televisiones a los países en conflicto donde presta sus servicios el Ejército español. De esos viajes salen reportajes promocionales que televisiones y periódicos nos venden como información. No se dejen engañar. Son sólo políticos en campaña, posando en la cola del rancho o junto a un sonriente grupo de mujeres paracaidistas. Marketing. La guerra es otra cosa. Es lo que está pasando ahora en Afganistán. Seguramente por eso me gustaría ver en alguna cadena imágenes de los soldados españoles pegando tiros, arrastrando a los heridos, identificando cadáveres afganos... La guerra. La realidad.

En Estados Unidos se debate estos días sobre si se debe publicar o no la foto de un soldado agonizante. Durante una emboscada talibán en Helmand, al sur de Afganistán, el cabo de 21 años Joshua M. Bernard recibió el impacto de una granada de mortero que le cortó las piernas. Unas horas más tarde murió en el quirófano. El fotógrafo de Associated Press recogió esas duras imágenes y la mojigata sociedad norteamericana debate si están preparados o no para contemplar el dolor de los suyos. Un dolor que, en un alarde de sensibilidad, les parece obsceno. "Los periodistas de AP documentan sucesos mundiales todos los días. Afganistán no es la excepción. Sentimos que es nuestro deber periodístico mostrar la realidad de la guerra allá, sin importar cuán desagradable y brutal sea eso a veces", sentenció Santiago Lyon, director de fotografía de la AP.

"Tenemos imágenes de la batalla", dice la presentadora del Telediario 2 (La 1, TVE) de ayer domingo. ¿Por fin Afganistán? No, Pozuelo de Alarcón. En nuestros informativos es difícil, si no imposible, ver imágenes de esta nueva guerra. No las de promoción gubernamental, sino aquellas con sangre, miembros arrancados, ciudades destrozadas, familias rotas, niños muertos... Estoy preparado para eso, y para sentir dolor y nauseas. Los medios no deberían negarnos imágenes duras de Afganistán: añaden toneladas de valiosa información a la aseada y pulcra imagen que el Gobierno ha querido dar del conflicto.

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