Noviembre 3 de 2011
Notiagen.- El ex candidato presidencial por el Polo Democrático Alternativo Carlos Gaviria se ha convertido en la conciencia ética de una buena parte de las expresiones de izquierda y democráticas del país. Legitimado por su ejercicio intelectual y jurídico como magistrado de la Corte Constitucional, pero a la vez señalado por sus posturas radicalmente liberales, es una voz necesaria al momento de analizar la coyuntura nacional. Indagamos sobre su balance de las recientes elecciones locales y sobre el futuro del Polo, en el entendido que a través de sus palabras habla esa izquierda que hoy asoma con incertidumbre a un escenario controlado por el bloque cada vez más sólido de la llamada “Unidad Nacional”.
¿Cuál es el balance general que hace usted de las recientes elecciones de autoridades locales?
Carlos Gaviria: En realidad no creo que cambie mucho el panorama. Hay dos hechos importantes: uno, la disminución evidente del apoyo al proyecto uribista, pero además esperada porque era un proyecto muy vinculado a la persona que lo estuvo materializando y cuando Uribe se aleja del poder el respaldo empieza a menguarse casi automáticamente. Esa invulnerabilidad que Uribe exhibía cuando era presidente se ha ido difuminando.
En segundo lugar, el debilitamiento significativo del Polo, lo que es un golpe duro para una colectividad que estaba tratando de contribuir a la construcción de la democracia colombiana.
Porque me parece que sólo el Polo tenía una actitud de oposición y un proyecto distinto al de los demás partidos y grupos políticos que se diferencian apenas en matices. Concurrieron dos factores en la Alcaldía de Bogotá: la corrupción y la ineptitud del alcalde [Samuel Moreno] que nunca gobernó ni con el Polo ni con un proyecto de izquierda, que jugaron para castigar a la izquierda y al Polo.
¿Cómo ve la reconfiguración de fuerzas en el país?
CG: Es lo que no veo, no hay gran reconfiguración de fuerzas. Que hayan ganado más alcaldías o gobernaciones los liberales en desmero del Partido de la U o de Cambio Radical me parece poco significativo porque no he encontrado grandes diferencias entre esos tres sectores políticos; lo mismo con los conservadores. A mí me parece que en Colombia desde hace mucho tiempo hay un proyecto oficial con diferencia de matices que es sustentado simultáneamente por liberales, conservadores y vertientes que se han desprendido de esos partidos. Por eso me parece digno de lamentar que el Polo, que era la única fuerza de oposición, se haya debilitado.
¿Cuál es el papel del Polo a partir de ahora?
CG: Es de una gran responsabilidad. En este momento cuando todo el mundo lo da por muerto tiene que demostrar que está vivo y tiene que reconstituirse; pienso que tiene que sacar fuerzas de donde no las haya para empezar la reconstrucción del partido. Creo que no hay alternativa. Esto puede desestimular a mucha gente y sembrar desaliento en muchos sectores. Al Polo le está pasando algo como el castigo de Sísifo: cuando llega a la cima, a la que llegamos o al menos estuvimos muy próximos en las elecciones de 2006, le obligan a tirar la piedra hasta el pie de la montaña y vuelva con ella hasta arriba. No hay mucha gente dispuesta a hacer eso, pero creo que es necesario.
En la reconfiguración del Polo, ¿hacia dónde va a tender? ¿hacia una izquierda real?
CG: Yo no lo sé porque en este momento no tengo ninguna responsabilidad directiva en el Polo, pero si me pregunta qué debería hacer, pienso que debería continuar con su proyecto de izquierda independientemente de que los resultados electorales lo favorezcan. Yo creo que un proyecto de estos no está llamado a triunfar en un término muy breve, pero no hay que desmayar por el hecho de que el triunfo o el éxito esté lejano en el tiempo. Creo que hay que tener una gran paciencia y no se puede desmayar; en eso Uribe nos ha dado un gran ejemplo. Cuando me preguntaban qué admiraba de Uribe, decía la constancia y la paciencia con que ha trabajado su proyecto. La izquierda debe imitarlo en eso, el triunfo no se consigue de un día para otro, pero ante la primera derrota no se puede claudicar.
¿Qué piensa sobre la propuesta del representante por el Polo Iván Cepeda de pedir la renuncia del presidente del partido Jaime Dussán?
CG: No únicamente tratándose de la solicitud de Iván Cepeda, sino que todos los partidos que tuvieron un resultado negativo deberían renovar sus directivas porque el fracaso ordinariamente se le atribuye a las directivas. Eso es lo que se llama responsabilidad política. Si yo soy miembro del Comité Ejecutivo de un partido y el partido fracasa, independientemente de que yo me haya esforzado mucho porque el fracaso no sea: no obtuve el resultado que he debido obtener como dirigente, por tanto debía haber una renovación en las directivas de los partidos.
¿Eso aplica también para el candidato del Polo en el sentido de que ha fracasado y ya no debería presentarse a futuras elecciones?
CG: La candidatura de Aurelio terminó el día de las elecciones. Al contrario, Aurelio con el tesón con que se desempeñó, con la dignidad con la que llevó adelante su proyecto en las circunstancias más adversas, mostró una capacidad grande de liderazgo y dentro del partido debería tener una posición importante. El partido no lo supo acompañar.
En Bogotá votaron por Aurelio 32.00 personas, ¿cómo se explica si el techo del Polo era de más de 200.000 votos? ¿Afectó el llamado “voto útil”?
Es evidente que la mayoría del Polo, diría que en un 90%, optó por la candidatura de Petro. Hay dos fenómenos. Uno, falta de claridad política. Hay personas que de buena fe piensan que Petro encarna un proyecto de izquierda y por eso lo siguen y es absolutamente comprensible, por esa circunstancia no hay que anatematizarlas. Y otro, por oportunismo; cuando se ve que hay alguien está próximo al poder muchas personas quieren estar cerca. Y a eso contribuyó sobremanera el establecimiento asimilando a Gustavo Petro, que sabe que no es un político de izquierda pero es funcional a los intereses del establecimiento. Porque así se puede presentar la democracia y la sociedad colombianas tan abiertas que hasta una persona de izquierda y que incluso viene de la guerrilla como Gustavo Petro puede ganar unas elecciones. Pienso que cuando las gana es porque ha hecho demasiadas concesiones a la política tradicional.
¿Cuáles son esas concesiones que dice que hizo Petro a la política tradicional?
Por ejemplo, nunca dijo nada en la campaña acerca del TLC, guardó silencio dando a entender más bien que era partidario. Por otra parte, un acercamiento hacia el presidente Santos, cuando él tiene una política que ha definido como idéntica a la de Uribe pero con un estilo distinto. Seguramente por estrategia quiso aparecer no como un político con posiciones radicales sino flexible, capaz de aproximarse a la propuesta oficial y capaz de gobernar con Santos, lo que en Gustavo no es nuevo. Cuando yo era presidente del Polo y nos negamos a participar en la marcha del 4 de febrero de 2009, él propuso literalmente en el Comité Ejecutivo que yo saliera de la mano de Uribe mostrando a todas las personas que esa era la vía para lograr la paz.
Cuando usted dice que hay dos bloques en el que uno es el Polo y el resto son los diferentes partidos con matices, ¿cuál sería el matiz de Progresistas?
Creo que conserva algunos propósitos de los gobiernos de izquierda al hablar de que hay que reducir la pobreza y profundizar los proyectos que sobre educación y salud se estaban consolidando desde los gobiernos actuales. Hay algunos propósitos que uno podría considerar de izquierda pero hábilmente combinados con factores, propuestas y metas que han sido tradicionalmente del establecimiento.
¿Cuál sería el resultado de esa contradicción?
Yo no me atrevo a predecirlo porque le reconozco a Petro una gran inteligencia. Es un hombre muy hábil, como estratega político es excelente. No sé si en el gobierno esas operaciones que sirven para llegar al poder, sirven también para gobernar.
¿Petro va a garantizar que los logros del Polo en materia de política social se sigan manteniendo?
Por lo que le escuché muy posiblemente algo como el programa de los comedores va a continuarse. Pero yo creo que en ese tipo de proyectos hay mucho ingrediente de beneficiencia y subsidios y poco de reformas estructurales. Una política de subsidios puede justificarse transitoriamente, pero un verdadero proyecto de reforma social tiene que encaminarse a remover factores que han creado distribución inequitativa de la riqueza, miseria y pobreza.
¿El Polo incidió en esa estructura en sus ocho años de gobierno?
Muy levemente porque mi opinión es que los dos gobiernos anteriores del Polo no los podemos caracterizar como de izquierda. Y hoy veo con sorpresa que en eso coincide Petro en unas declaraciones que dice que en Bogotá no ha habido propiamente gobierno de izquierda. Recuerdo que [el ex presidente] Alfonso López Michelsen me dijo alguna vez refiriéndose al gobierno de Lucho Garzón: «Lástima que yo me voy a morir sin saber cómo gobierna la izquierda». Se refería a que el gobierno de Lucho era muy parecido a los anteriores, tal vez con un mayor énfasis en lo que llaman lo social, pero bastante parecido. Y creo que esas grandes similitudes son estratégicas para que no haya temor en los sectores oficiales de que se está llevando a cabo una reforma muy honda en el país.
¿Y Aurelio Suárez era garantía de un gobierno de izquierda?
A mí no me cabe duda. La lucha de Aurelio ha estado encaminada a eso y por otra parte es una persona de una gran lealtad con el partido. Él había vertido en su proyecto político para Bogotá el ideario del partido y lo había concretado y materializado proyectándolo sobre una realidad micro. Yo pienso no únicamente como amigo y persona que conoce a Aurelio de cerca y lo estima; yo he dicho que si fuera un ciudadano no comprometido con ninguno de los candidatos y hubiera leído los programas o hubiera oído los debates hubiera votado por Aurelio porque me parecía el mejor candidato.
Esa es la conclusión a la que se ha llegado en múltiples espacios: «Aurelio es el mejor candidato pero no le vamos a votar», ¿cómo queda el sistema representativo en todo esto?
En eso inciden demasiado los encuestadores. Las encuestas ya no se hacen con el objeto de medir la intención de voto, sino de generar intención de voto en favor de un determinado candidato o proyecto. Entonces entramos en un círculo vicioso. Aurelio era una persona poco conocida y la consideración de los medios era: «Lo damos a conocer si tiene intención de voto», pero se esmeraban tanto por que no tuviera intención de voto, incluso ocultándolo, que se produce el efecto que ellos querían. Para la mayor parte de la gente Aurelio no pudo revelarse y no lo pudieron conocer quedando en el anonimato.
¿Cómo sigue la democracia en Colombia cuando ha habido disturbios en bastantes municipios por cuestiones electorales y centenares de irregularidades?
Esa pregunta se la respondo con mucha facilidad porque lo que vengo sosteniendo desde hace mucho tiempo es que la democracia colombiana está por construirse y justamente cito esos ejemplos. Uribe afirmaba que Colombia no era una democracia cualquiera sino una democracia profundizada cuando simultáneamente se reconoce que se compran y se venden votos, cuando se reconoce que hay regiones y lugares donde no se puede votar sino por determinados candidatos. Cuando no hay condiciones para que la gente reflexione y elija libremente, no se puede hablar de democracia. Pienso que en Colombia el sujeto de la democracia que es el pueblo, está por construir.
Carlos Gaviria: En realidad no creo que cambie mucho el panorama. Hay dos hechos importantes: uno, la disminución evidente del apoyo al proyecto uribista, pero además esperada porque era un proyecto muy vinculado a la persona que lo estuvo materializando y cuando Uribe se aleja del poder el respaldo empieza a menguarse casi automáticamente. Esa invulnerabilidad que Uribe exhibía cuando era presidente se ha ido difuminando.
En segundo lugar, el debilitamiento significativo del Polo, lo que es un golpe duro para una colectividad que estaba tratando de contribuir a la construcción de la democracia colombiana.
Porque me parece que sólo el Polo tenía una actitud de oposición y un proyecto distinto al de los demás partidos y grupos políticos que se diferencian apenas en matices. Concurrieron dos factores en la Alcaldía de Bogotá: la corrupción y la ineptitud del alcalde [Samuel Moreno] que nunca gobernó ni con el Polo ni con un proyecto de izquierda, que jugaron para castigar a la izquierda y al Polo.
¿Cómo ve la reconfiguración de fuerzas en el país?
CG: Es lo que no veo, no hay gran reconfiguración de fuerzas. Que hayan ganado más alcaldías o gobernaciones los liberales en desmero del Partido de la U o de Cambio Radical me parece poco significativo porque no he encontrado grandes diferencias entre esos tres sectores políticos; lo mismo con los conservadores. A mí me parece que en Colombia desde hace mucho tiempo hay un proyecto oficial con diferencia de matices que es sustentado simultáneamente por liberales, conservadores y vertientes que se han desprendido de esos partidos. Por eso me parece digno de lamentar que el Polo, que era la única fuerza de oposición, se haya debilitado.
¿Cuál es el papel del Polo a partir de ahora?
CG: Es de una gran responsabilidad. En este momento cuando todo el mundo lo da por muerto tiene que demostrar que está vivo y tiene que reconstituirse; pienso que tiene que sacar fuerzas de donde no las haya para empezar la reconstrucción del partido. Creo que no hay alternativa. Esto puede desestimular a mucha gente y sembrar desaliento en muchos sectores. Al Polo le está pasando algo como el castigo de Sísifo: cuando llega a la cima, a la que llegamos o al menos estuvimos muy próximos en las elecciones de 2006, le obligan a tirar la piedra hasta el pie de la montaña y vuelva con ella hasta arriba. No hay mucha gente dispuesta a hacer eso, pero creo que es necesario.
En la reconfiguración del Polo, ¿hacia dónde va a tender? ¿hacia una izquierda real?
CG: Yo no lo sé porque en este momento no tengo ninguna responsabilidad directiva en el Polo, pero si me pregunta qué debería hacer, pienso que debería continuar con su proyecto de izquierda independientemente de que los resultados electorales lo favorezcan. Yo creo que un proyecto de estos no está llamado a triunfar en un término muy breve, pero no hay que desmayar por el hecho de que el triunfo o el éxito esté lejano en el tiempo. Creo que hay que tener una gran paciencia y no se puede desmayar; en eso Uribe nos ha dado un gran ejemplo. Cuando me preguntaban qué admiraba de Uribe, decía la constancia y la paciencia con que ha trabajado su proyecto. La izquierda debe imitarlo en eso, el triunfo no se consigue de un día para otro, pero ante la primera derrota no se puede claudicar.
¿Qué piensa sobre la propuesta del representante por el Polo Iván Cepeda de pedir la renuncia del presidente del partido Jaime Dussán?
CG: No únicamente tratándose de la solicitud de Iván Cepeda, sino que todos los partidos que tuvieron un resultado negativo deberían renovar sus directivas porque el fracaso ordinariamente se le atribuye a las directivas. Eso es lo que se llama responsabilidad política. Si yo soy miembro del Comité Ejecutivo de un partido y el partido fracasa, independientemente de que yo me haya esforzado mucho porque el fracaso no sea: no obtuve el resultado que he debido obtener como dirigente, por tanto debía haber una renovación en las directivas de los partidos.
¿Eso aplica también para el candidato del Polo en el sentido de que ha fracasado y ya no debería presentarse a futuras elecciones?
CG: La candidatura de Aurelio terminó el día de las elecciones. Al contrario, Aurelio con el tesón con que se desempeñó, con la dignidad con la que llevó adelante su proyecto en las circunstancias más adversas, mostró una capacidad grande de liderazgo y dentro del partido debería tener una posición importante. El partido no lo supo acompañar.
En Bogotá votaron por Aurelio 32.00 personas, ¿cómo se explica si el techo del Polo era de más de 200.000 votos? ¿Afectó el llamado “voto útil”?
Es evidente que la mayoría del Polo, diría que en un 90%, optó por la candidatura de Petro. Hay dos fenómenos. Uno, falta de claridad política. Hay personas que de buena fe piensan que Petro encarna un proyecto de izquierda y por eso lo siguen y es absolutamente comprensible, por esa circunstancia no hay que anatematizarlas. Y otro, por oportunismo; cuando se ve que hay alguien está próximo al poder muchas personas quieren estar cerca. Y a eso contribuyó sobremanera el establecimiento asimilando a Gustavo Petro, que sabe que no es un político de izquierda pero es funcional a los intereses del establecimiento. Porque así se puede presentar la democracia y la sociedad colombianas tan abiertas que hasta una persona de izquierda y que incluso viene de la guerrilla como Gustavo Petro puede ganar unas elecciones. Pienso que cuando las gana es porque ha hecho demasiadas concesiones a la política tradicional.
¿Cuáles son esas concesiones que dice que hizo Petro a la política tradicional?
Por ejemplo, nunca dijo nada en la campaña acerca del TLC, guardó silencio dando a entender más bien que era partidario. Por otra parte, un acercamiento hacia el presidente Santos, cuando él tiene una política que ha definido como idéntica a la de Uribe pero con un estilo distinto. Seguramente por estrategia quiso aparecer no como un político con posiciones radicales sino flexible, capaz de aproximarse a la propuesta oficial y capaz de gobernar con Santos, lo que en Gustavo no es nuevo. Cuando yo era presidente del Polo y nos negamos a participar en la marcha del 4 de febrero de 2009, él propuso literalmente en el Comité Ejecutivo que yo saliera de la mano de Uribe mostrando a todas las personas que esa era la vía para lograr la paz.
Cuando usted dice que hay dos bloques en el que uno es el Polo y el resto son los diferentes partidos con matices, ¿cuál sería el matiz de Progresistas?
Creo que conserva algunos propósitos de los gobiernos de izquierda al hablar de que hay que reducir la pobreza y profundizar los proyectos que sobre educación y salud se estaban consolidando desde los gobiernos actuales. Hay algunos propósitos que uno podría considerar de izquierda pero hábilmente combinados con factores, propuestas y metas que han sido tradicionalmente del establecimiento.
¿Cuál sería el resultado de esa contradicción?
Yo no me atrevo a predecirlo porque le reconozco a Petro una gran inteligencia. Es un hombre muy hábil, como estratega político es excelente. No sé si en el gobierno esas operaciones que sirven para llegar al poder, sirven también para gobernar.
¿Petro va a garantizar que los logros del Polo en materia de política social se sigan manteniendo?
Por lo que le escuché muy posiblemente algo como el programa de los comedores va a continuarse. Pero yo creo que en ese tipo de proyectos hay mucho ingrediente de beneficiencia y subsidios y poco de reformas estructurales. Una política de subsidios puede justificarse transitoriamente, pero un verdadero proyecto de reforma social tiene que encaminarse a remover factores que han creado distribución inequitativa de la riqueza, miseria y pobreza.
¿El Polo incidió en esa estructura en sus ocho años de gobierno?
Muy levemente porque mi opinión es que los dos gobiernos anteriores del Polo no los podemos caracterizar como de izquierda. Y hoy veo con sorpresa que en eso coincide Petro en unas declaraciones que dice que en Bogotá no ha habido propiamente gobierno de izquierda. Recuerdo que [el ex presidente] Alfonso López Michelsen me dijo alguna vez refiriéndose al gobierno de Lucho Garzón: «Lástima que yo me voy a morir sin saber cómo gobierna la izquierda». Se refería a que el gobierno de Lucho era muy parecido a los anteriores, tal vez con un mayor énfasis en lo que llaman lo social, pero bastante parecido. Y creo que esas grandes similitudes son estratégicas para que no haya temor en los sectores oficiales de que se está llevando a cabo una reforma muy honda en el país.
¿Y Aurelio Suárez era garantía de un gobierno de izquierda?
A mí no me cabe duda. La lucha de Aurelio ha estado encaminada a eso y por otra parte es una persona de una gran lealtad con el partido. Él había vertido en su proyecto político para Bogotá el ideario del partido y lo había concretado y materializado proyectándolo sobre una realidad micro. Yo pienso no únicamente como amigo y persona que conoce a Aurelio de cerca y lo estima; yo he dicho que si fuera un ciudadano no comprometido con ninguno de los candidatos y hubiera leído los programas o hubiera oído los debates hubiera votado por Aurelio porque me parecía el mejor candidato.
Esa es la conclusión a la que se ha llegado en múltiples espacios: «Aurelio es el mejor candidato pero no le vamos a votar», ¿cómo queda el sistema representativo en todo esto?
En eso inciden demasiado los encuestadores. Las encuestas ya no se hacen con el objeto de medir la intención de voto, sino de generar intención de voto en favor de un determinado candidato o proyecto. Entonces entramos en un círculo vicioso. Aurelio era una persona poco conocida y la consideración de los medios era: «Lo damos a conocer si tiene intención de voto», pero se esmeraban tanto por que no tuviera intención de voto, incluso ocultándolo, que se produce el efecto que ellos querían. Para la mayor parte de la gente Aurelio no pudo revelarse y no lo pudieron conocer quedando en el anonimato.
¿Cómo sigue la democracia en Colombia cuando ha habido disturbios en bastantes municipios por cuestiones electorales y centenares de irregularidades?
Esa pregunta se la respondo con mucha facilidad porque lo que vengo sosteniendo desde hace mucho tiempo es que la democracia colombiana está por construirse y justamente cito esos ejemplos. Uribe afirmaba que Colombia no era una democracia cualquiera sino una democracia profundizada cuando simultáneamente se reconoce que se compran y se venden votos, cuando se reconoce que hay regiones y lugares donde no se puede votar sino por determinados candidatos. Cuando no hay condiciones para que la gente reflexione y elija libremente, no se puede hablar de democracia. Pienso que en Colombia el sujeto de la democracia que es el pueblo, está por construir.
Notiagen/PCC
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